martes, 14 de agosto de 2012

Mi Palabra

Mi palabra se presta, pero no se vende. Mi palabra tiene el acento que suena al sur de un país que cuando canta su mal espanta y, que si es estandarte de una tierra, es porque al escucharla poca gente necesita una traducción simultánea para entenderla.

Mi palabra es la defensa de mis costumbres, las que me enseñaron mis mayores, como la de disfrutar del sol que inunda una mañana de feria de Sevilla pespunteando los cien lunares del traje de una flamenca, escuchar el silencio en una tarde de toros en la Maestranza, la de contemplar Sevilla desde Triana una tarde de primavera.

Mi palabra es el eco de un tambor, el gemido de una corneta, es la respuesta a la llamada del capataz, en ese instante infinito que se tensa hasta el último músculo de tu cuerpo en la 'levantá' más fuerte de un pasopalio que quiere volar hasta el mismísimo cielo. Mi palabra es la de la mirada del nazareno tras su antifaz, la del penitente bajo la carga de su cruz, la del rezo enredado en los "quejíos" de una saeta.

Mi palabra es la oración que se refleja en los ojos de la niñez más bella, que tiene casa en la calle Dos de Mayo del Arenal; es la que se entrega a la Imagen más imponente de Cristo Crucificado que nos llama a la Conversión desde el compás de San Pablo; es la que encuentra el sosiego de la Buena Muerte de Cristo en los jardines del Rectorado; mi palabra es la barca que cruza una y cien veces el río de mi ciudad para no perder jamás la Esperanza.

Mi palabra es el ritmo del 3x4 que los artesanos del compás fabrican en sus viejos mostradores de madera, en una taberna cualquiera del barrio de la Viña; la que se vuelve mujer por octubre para dar a luz en febrero a toda una legión de chirigoteros, comparsistas y coristas.

Mi palabra es la pasión blanca y roja que se desboca en Nervión, la que lleva el eterno '16' a la espalda, la que no entiende de malos momentos porque ha recibido tanta Gloria por tanto fútbol disfrutado.

Mi palabra trae el sol y la sal de las playas de Cádiz. También trae ese "deje" de la gente de campo. Trae olor a madera y corcho que me ha legado mi Alcalá de los Gazules, ese pueblo donde se fabrican los sueños que el tiempo se encarga de hacer realidad.

Mi palabra es esto y más, por eso no cabe dentro de los libros, porque no hay libros en los que quepa el sentimiento que trae una palabra, la mía, la que aquí os comenzaré a dejar. Mi palabra se presta, pero no se vende.



1 comentario:

  1. Comienzo a seguirte también por aquí. Haces bien en no vender tu palabra, amigo. Espero poder ver y leer todos esos matices de tu palabra.

    Un saludo!

    @Carlosn91

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